jueves, 12 de febrero de 2009

La “Sociedad de los Miércoles” (Freud y la Masonería)




Freud y la Masonería


Sigmund Freud (1856/1939), padre de la moderna Psicología de lo Inconsciente y creador del Psicoanálisis fue hermano masón y alcanzó el grado de maestro. Tal pertenencia a la Masonería Universal (sobre la que poca documentación histórica hay al alcance del mundo profano) ayuda – cual verdadero hilo de Ariadna – a entender algunos de los reales motivos – usualmente ocultos – de algunas de sus conductas y actitudes que todavía siguen siendo motivo de investigación y análisis para conseguir entender cabalmente uno de los momentos constitutivos y más apasionantes de la historia de la psicología del siglo XX. A nuestro juicio jamás podrá comprenderse cabalmente lo ocurrido sin atender al hecho de su pertenencia a la orden masónica, lo realizado en ella y como mucho de lo aprendido en el campo iniciático fue volcado tanto en su vida así como en su obra.

Es correcto que resulta muy difícil constatar en forma directa lo que aquí enunciamos. Ante todo, tengamos en cuenta que si bien algún material documental hubo, en su mayoría se perdió, fue destruido accidental o intencionalmente o todavía está guardado siguiendo ancestrales procedimientos.

Hoy, la Masonería se define como “discreta”; pero tiempo hubo en que necesitó ser “secreta” como cuando fue perseguida – por el fascismo, el nazismo y el franquismo– y sus miembros (y familiares) asesinados, torturados o, en el mejor de los casos, encarcelados en condiciones lacerantes.

La “Sociedad de los Miércoles”.

Sigmund Freud diseñó, para comenzar a difundir su obra psicoanalítica, una organización (la “Sociedad de los Miércoles”) edificada con una estructura llamativamente similar al de una logia masónica. Tanto es cierto esto que bien puede afirmarse que el psicoanálisis como institución tuvo su inicio a partir del otoño boreal de 1902, cuando el médico vienés empezó
a reunir, en su casa, al anochecer de cada miércoles, a un grupo de médicos jóvenes con la intención de aprender, ejercer y difundir el psicoanálisis. En esas reuniones (presididas por el Maestro de Viena) se preparaban trabajos teóricos y se presentaban casos clínicos que constituyen los primeros pasos en la transmisión del psicoanálisis. En su primer año la Sociedad de los Miércoles la componían cinco médicos: Alfred Adler, Max Kahane, Sigmund Freud, Rudolf Reitler y Wilhelm Shekel.

Tal como sucede en las tenidas masónicas, un secretario confeccionaba un acta reseñando lo ocurrido en cada encuentro. En la Masonería regular actual (donde se ha desechado la transmisión verbal) la concreción de este tipo de documentos – llamado entre los hermanos “la memoria del taller” – es obligatorio.

Merced a la existencia de tales actas de aquello que constituyó una verdadera logia psicoanalítica, fue posible, posteriormente, publicarlas y contar con referencias ciertas del momento fundacional del psicoanálisis.

Crecimiento y vicisitudes de la logia freudiana.

La forma en que fue creciendo lo que en principio era, apenas, un pequeño círculo es, igualmente, de nítida raigambre masónica. Freud sostenía que: «...el reclutamiento para la Sociedad de los Miércoles se realizaba por consentimiento unánime, pero en el clima cordial de los primeros años esto era sólo una formalidad. Un miembro presentaba a otro...» La similitud no puede ser mayor.

Para ingresar a una logia masónica – como de hecho suele suceder con cualquier otra organización iniciática– es necesario que el profano sea presentado por algún hermano con grado no menor al de Maestro. Una vez concretada la solicitud, estando la logia debidamente reunida, se somete a votación el ingreso del postulante.

El mecanismo usual, desde hace tiempo, es el de las bolillas blancas y negras. Para ser aceptado es necesario contar con el consentimiento unánime.

Sigmund Freud parece estar refiriéndose a las cuestiones típicas que suelen darse en las organizaciones iniciáticas cuando escribe que «sólo hubo dos cosas de mal presagio... no logré crear entre sus miembros esa armonía amistosa que debe reinar entre hombres empeñados en una misma y difícil tarea, ni tampoco ahogar las disputas por la prioridad a que las condiciones del trabajo en común daban sobrada ocasión”.

Al respecto cabe recordar que los maestros más sabios de cualquier orden esotérica, afirman que hay dos momentos claves en la vida de un hermano. Una es cuando ocurre su ingreso a la orden. La otra es cuando la orden ingresa en él. La primera puede determinarse con precisión. La segunda no siempre ocurre y, por eso, muchos iniciados terminan quebrando su camino al actuar con actitudes profanas. Eso es lo que un iniciado puede leer en el párrafo de Freud antes citado. A lo que se está refiriendo es a que —con su experiencia masónica— advierte que la Sociedad no ha ingresado en todos sus miembros; lo cual es imprescindible para que la “armonía amistosa” (expresión absolutamente iniciática) impere.

Otros párrafos freudianos también merecen nuestra atención: «Sabía demasiado bien de los errores que acechan a quienes se consagran al psicoanálisis, y confiaba en que muchos de ellos podrían evitarse si se instauraba una autoridad dispuesta a aleccionar y a disuadir ». Si donde Freud escribe “psicoanálisis” pusiéramos “camino iniciático”, la frase seguiría siendo válida. El modo que propone para resolver la cuestión es, precisamente, el que usan las órdenes esotéricas: instaurar jerarquías.

La filantropía y la fraternidad tampoco son asuntos que la logia psicoanalítica descuidase. El grupo se encargó de aquellos miembros necesitados. En 1907 Freud decide disolver la Sociedad de los Miércoles e invita a sus miembros a fundar otra organización cuya duración se limitaría a tres años; tras este período habría de disolverse para, en su momento, dar lugar a otra y así sucesivamente; siendo cada uno libre de asociarse o no a la nueva organización. La expresión “tres años” tampoco es ajena a la Masonería y hasta un recién iniciado la conoce. No ha ido casual – sino causal – que Freud eligiera esa cantidad de años.

Por esta razón, un año después, en 1908, usando como base al grupo de la Sociedad de los Miércoles Freud funda la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Pero la propuesta de que se disolviera a los tres años no se cumplió.

Es a partir de entonces en que la participación institucional de Jung se hace más notoria. En la primavera de ese mismo 1908 se reúne en Salzburgo el Primer Congreso Internacional de Psicoanálisis donde surge el Jahrbuchfür psychoanalytische und psychopatho-logische Forschungen – primera publicación psicoanalítica regular – con Carl G. Jung como editor. La Sociedad de los Miércoles recibe nuevos integrantes. Sándor Ferenczi (Budapest), los abogados Víctor Tausk y Hans Sachs y Carl Furtmuller (un profesor de escuela). Como miembros visitantes lo hacen A. A. Brill (traductor norteamericano de Freud), su futuro historiador Ernst Jones, el italiano Edoardo Weiss, Max Eitingon, Carl Gustav Jung, Ludwig Binswanger, Karl Abraham, Oskar Pfister y Lou-AndreasSalomé.

El Comité Secreto.

Luego que Jung y sus discípulos se retiraran de las sociedades psicoanalíticas de Zurich y de Viena, Ernest Jones – en junio de 1912 – propone primero a Ferenczi y luego a Freud la creación de un Comité Secreto. De ese reducido grupo, no casualmente de tres “hermanos”, habría de surgir lo que algunos han bautizado “la guardia pretoriana de El Profesor”; el célebre y enigmático Comité Secreto. Con Freud y Otto Rank en Viena el despliegue geopolítico de la ola psicoanalítica abarcaba Berlín (con Max Eitingon, Hans Sach y Karl Abraham), Budapest (Sandor Ferenczi) y Londres (Ernest Jones).

Cada uno, a su turno, presidiría la Internacional o bien conduciría editoriales y publicaciones. «Lo que inmediatamente captó mi imaginación – expresa Freud – fue su idea de constituir un consejo secreto compuesto de los hombres mejores y de más confianza con que contamos y que tomaría a su cuidado el desarrollo ulterior del psicoanálisis y defendería la causa contra las personas y los obstáculos con que ésta podrá tropezar cuando yo ya no esté...» (2).

La percepción de que tal “comité” funcionaba al igual que una “hermandad secreta” no es nuestra, ni nueva; sólo que hasta el momento ningún investigador advirtió cuánto de iniciático y, para mayor abundamiento, cuanto de masónico hay en las conductas del Padre del Psicoanálisis. Así un autor francés de fin del Siglo XX lo expone de este modo: “El comité es una idea de Jones; idea que Freud no va a dejar de disputar, le es necesario la prioridad en todo”. “Compuesto por siete psicoanalistas, hombres confiables, elegidos cuidadosamente, el Comité reúne alrededor de Freud a Jones,Ferenczi, Rank, Sachs, Abraham y Eitingon. Freud deseó que el Comité fuera secreto y el grupo tomó por otra parte la forma de una verdadera hermandad secreta: el 25 de mayo de 1913, Freud remite a cada uno de los miembros sus insignias, ofreciéndoles a cada uno un anillo de oro con una piedra engarzada grabada (en hueco) de origen griego. De esta manera, los siete se identificaban entre ellos; se identificaban también con los siete anillos del círculo místico”. (3)

El anillo que identifica.

De la misma manera en que los miembros de una orden se distinguen entre sí al usar algún tipo de aditamento, los masones igual que los miembros de órdenes cristianas, pueden hacerlo con un distintivo en su solapa o bien con un anillo. Freud, una vez constituido el grupo y ya avanzado en su trabajo, comenzó a regalar a cada integrante un mismo tipo de anillo: una gema griega azul engarzada en oro. En mayo 25 de 1913, Freud entrega los famosos anillos a los miembros de este comité.

El sello del anillo muestra a Edipo respondiendo el enigma de la esfinge. La imagen, con posterioridad, se convirtió en el logotipo de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Con el tiempo, estos anillos fueron entregados igualmente a quienes ayudaron a la difusión de la obra psicoanalítica así como a personalidades distinguidas. Tales fueron los casos de Marie Bonaparte, Anna Freud, el poeta Rainer María Rilke o el filósofo Friedrich Nietzche.

Asimilándolo a la Masonería, podría decirse que el Comité Secreto hacía las veces de Cámara del Medio. Esta cámara consiste en la reunión de los hermanos maestros de una logia donde en sus deliberaciones deciden el futuro obrar de la misma. Lo ocurrido en la Cámara del Medio permanece en secreto para quienes aún no alcanzaron el tercer grado.

Freud/Jung: ¿razones masónicas para un distanciamiento?

Es bien conocido que tras los años (1908/1913) de intenso y fecundo trabajo en conjunto (hubo tiempos en que intercambiaron cartas todos los días y, hasta, varias en una misma jornada) Sigmund Freud y Carl G. Jung

(1875/1961, primero su privilegiado discípulo y posterior disidente, amplificador de los hallazgos freudianos, se distanciaron de manera abrupta y desagradable.

Mucho se ha escrito y dicho sobre esto. Pero existe una circunstancia ligada a la Masonería, que pudo haber tenido una influencia decisiva en esta separación.

Tras poner Freud en marcha la Asociación Psicoanalítica Internacional, la primera presidencia recayó en otro masón; pero de distinta vertiente: Carl Gustav Jung. El Maestro de Viena diría años después que esa elección resultó desgraciada. Y efectivamente lo fue. Pero, según entendemos, no por lo que suele afirmarse desde la historia del movimiento psicoanalítico, sino porque Sigmund Freud – un claro exponente de lo que puede llamarse la vertiente masónica racional – encontró en Carl Gustav Jung a un claro exponente de la vertiente masónica esotérica.

Jung – por ejemplo – no vacila en explicar que las sociedades secretas pueden ser a veces un adecuado paso intermedio en el camino de la individuación, sobre todo en una época en que el individuo se encuentra amenazado por el anonimato. El Maestro de Viena tenía un sincero y especial interés en colocar al psicoanálisis bajo la protección del respeto académico como una manera de conseguir su más rápida aceptación. Para Jung lo que importaba era desarrollar un modelo de trabajo psicoanalítico que, decididamente, sirviera a quien se sometiera a este método tal como si se tratara de un proceso iniciático y que, por ende, permitiera alcanzar resultados ciertamente transformadores.

A esto Jung lo denominó “proceso de individuación”. La última carta importante que el sabio suizo escribe a Freud (18/12/1912) incluye un párrafo que ha llamado la atención de algunos historiadores del psicoanálisis (4) . Su esclarecimiento requiere remitirse al lenguaje masónico:

“… mi estimado profesor, mientras Ud. transmita este tipo de cosas, no doy un rábano por mis acciones sintomáticas; ellas desaparecen ante el formidable rayo de luz de mi hermano Freud.”(5)

“…el formidable rayo de luz de mi hermano Freud.” Solamente en clave iniciática – y, más todavía, masónica – puede entenderse en su cabal amplitud lo que ambos “hermanos” se están transmitiendo. El “rayo de luz” que conduce a la comprensión trascendente. Los “hermanos” tienen perfecta consciencia de haber recibido “la luz”.

NOTAS.



(1) ALBERTI, Sonia. Pequeño Informe del Coloquio: Los Estados Generales del Psicoanálisis. www.estadosgerais.org

(2) JONES, Ernest: Vida y obra de Sigmund Freud. Ed. Nova. Buenos Aires, 1960. Tomo II.

(3) GUILLAUMINE, Jean y otros. L´invention de la pulsion de mort. Ed. Dunod, París, 2.000

(4) RODRIGUE, Emilio. Sigmund Freud. El Siglo del Psicoanálisis. Sudamericana, Buenos Aires, 1996

(5) McGUIRE, William (Org.) A Correspondencia Completa de Sigmund Freud e Carl G. Jung. Imago, Río de Janeiro, 1993